Silverio Barreiro, de 42 años, celebra este 15 de mayo, Día de la Familia, con las personas que para él son sus referentes de vida: la familia que lo acogió siendo adolescente, justo cuando el programa de acogimiento daba sus primeros pasos en Galicia, en 1996.
Hoy vive su día a día entre fogones, ya que como él dice es “donante de placer gastronómico, o sea, cocinero”, desarrollando su vida profesional en Tenerife desde hace 21 años. Pero siempre que puede vuelve a Ourense a estar con su familia, y de vez en cuando a colaborar en el programa “Larpeiros” de la TVG, ya que une sus dos amores: la cocina y la lengua gallega, su lengua materna.
Tú eres de los primeros niños que pasaste a vivir con una familia acogedora. ¿Cómo recuerdas ese momento?
Yo nací en una familia desestructurada, y viví en un centro desde los seis años hasta que ya siendo un joven de 17 surgió un programa nuevo de acogimiento familiar, pionero en aquel momento. Apareció la oportunidad de vivir en familia y fuimos mi hermana, de 16 años, y yo.
¿Cómo fue la adaptación?
A esas edades es más complicado, porque además nosotros llevábamos 10 años viviendo en un centro, con unas normas que nada tienen que ver con la forma de vivir de una familia. Al principio hubo tensiones, éramos 4 adolescentes juntos… pero yo era consciente de que o salía bien la convivencia o ya me quedaba solo, porque al cumplir los 18 años terminaba el acogimiento legalmente.
Estabas en una edad en la que ya se van definiendo el horizonte laboral, ¿qué significó profesionalmente?
En aquel momento yo no tenía muchas ganas ni de trabajar ni de estudiar, pero coincidencias de la vida, el acogedor era cocinero, justo lo que yo estaba haciendo de formación profesional. Estuve con él tres meses de prácticas en un verano, y luego ya empecé a trabajar en la costa en las vacaciones, para empezar a tener algo de independencia económica.
¿Qué crees que puede suponer para un niño vivir con una familia acogedora?
Cuando un niño o niña está en un centro él no tiene culpa ninguna, y lo que necesita es un referente materno y paterno, una familia que le dé ese cuidado, educación y amor incondicional que en un centro no puede tener, por muy buenos profesionales que haya.
¿Pensaste alguna vez en ser acogedor?
Sí, la verdad que sí, pero no lo hago porque como lo viví, sé que es necesario tener una situación que en este momento no tengo, para que ese niño o niña no tenga carencias. Pero la verdad es que en un acogimiento, aunque haya dificultades, al final si lo colocas en una balanza pesan más las cosas buenas.
Después de tantos años, ¿qué es para ti tu familia acogedora?
Llámale lotería, llámale milagro, llámale don… el resultado es que seguimos ahí, 23 años juntos. Son mis referentes materno, paterno, mis hermanos, mis sobrinos… Aunque legalmente no sean mis padres porque no hay un papel que lo diga, pero a efectos míos sí lo son, son mi familia. Y animo a todas las familias a acoger, porque no hay nada que perder, todo es ganar. Una familia no se paga con nada.